Faltan solo unas semanas para el Día de la Tierra y nos parece el mejor momento para compartir la historia de la humanidad, que comienza con la huida de una Tierra moribunda. El objetivo no es romantizar o trivializar las dificultades a las que se enfrentaba la humanidad, sino ofrecer una visión del viaje desde dentro, gracias al Museo del Éxodo Humano, y desvelar la historia de las inmensas naves Arca, que se construyeron para llevar a la humanidad a nuestro nuevo hogar en el espacio.
Hace más de 40 000 años, la humanidad se vio obligada a huir de un mundo que se moría; un mundo del que se había hecho uso y abuso y que se había dado por sentado hasta que los recursos naturales se agotaron, los prados se convirtieron en barrizales y los cultivos se vaciaron y murieron. La naturaleza fue sustituida por paisajes urbanos interminables, invadida por masas de humanos que dejaron poco espacio para labrarse la existencia.
La palabra «éxodo» significa partida, pero para nuestros antepasados del siglo XXIII también significaba supervivencia. La humanidad, desesperada por escapar de su planeta moribundo, construyó una flota de naves Arca. Estas enormes y relucientes maravillas tecnológicas inspiraban a la vez esperanza y temor. Muchos temblaban ante la idea de embarcarse en las Arcas en un viaje a un futuro desconocido que podría durar décadas o incluso siglos, pero quienes tuvieron la oportunidad, la aprovecharon a pesar de sus reservas: las naves Arca ofrecían algún futuro en un momento en que la Tierra se estaba convirtiendo en un páramo inhabitable.
La carrera por hacerse con un puesto en las Arcas fue feroz, igual que la competencia entre los distintos constructores y proyectos que se disputaban unos recursos cada vez más escasos mientras la sociedad se derrumbaba a su alrededor. Los que no tenían la suerte de resultar elegidos recurrían a menudo a la violencia en un intento desesperado de conseguir una plaza en las naves que partían... o intentaban destruirlas por despecho al haber quedado atrás.
Pero quienes lograron escapar de la Tierra también se enfrentaron a unas dificultades increíbles. Muchas de estas naves se perdieron en el vacío para siempre. Solo unos pocos afortunados descubrieron mundos habitables en el cúmulo CENTAURI. En el transcurso de los 25 000 años siguientes, muchas naves Arca llenas de colonos humanos siguieron llegando. Muchas habían acudido atraídas por la señal verde que enviaron los primeros en llegar para guiar a las naves restantes al nuevo hogar de la humanidad en las estrellas. Otras llegaron por pura casualidad..., pero la mayoría nunca llegó.
Por los relatos que tenemos, sabemos que el viaje a Centauri fue tan peligroso como difícil. Las naves Arca abarrotadas se vieron obligadas a tratar con hordas de humanos que se hacinaban en espacios que se habían construido para la mitad de los que transportaban. Lo que sabemos hoy de las vicisitudes que debieron de vivir en las naves durante esa migración son relatos que nos llegan sobre todo a través de retales de ropa, pedazos rotos de recuerdos personales y anotaciones en diarios escondidos en los tubos de las criocápsulas: son lo que nos queda de las esperanzas y las penurias de la comunidad de las naves Arca. Las historias de amor y las pesadillas que pudimos reconstruir gracias a la conservación de las reliquias de la humanidad, con la esperanza de que sirvieran a las generaciones futuras, se atesoran ahora como joyas valiosas en las vitrinas del Museo del Éxodo Humano. Son el testimonio de la resiliencia de la humanidad, y quizá una advertencia para que estemos preparados para lo que nos espere.
Bienvenidos a Exodus.
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