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Itinerantes: los guerreros eternos de la humanidad

23 de julio de 2024
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Archetype Entertainment

El fuerte eco en tu nave al cerrarse la puerta de acero, el silencio que se apodera de tu corazón al partir y, con cada estrella que pasas, el recuerdo sutil de que, en casa, el tiempo corre. Convertirse en Itinerante es toda una hazaña. No existe un programa de formación que pueda hacer más fácil la transición a la vida solitaria y aislada que llega a rodearte como una segunda piel que no te puedes quitar. El acto de equilibrar los peligros conocidos que amenazan a tu mundo natal frente a los riesgos desconocidos a los que te enfrentarás en tu misión es la primera prueba que debes superar. Lo demás solo es la apuesta mínima, como decíamos en la Tierra.

Nada de lo que hayas vivido hasta ahora te puede preparar para los peligros que te esperan. Pero eso ya lo sabes. Por eso te convertiste en Itinerante. El miedo a perderlo todo, incluso la propia vida, no basta para disuadirnos de nuestra meta: garantizar la supervivencia de nuestra especie.

¿Qué es lo que nos define? Creemos en el valor de nuestra herencia y en la promesa de nuestro legado. Creer en nuestra supervivencia y nuestro triunfo está en nuestro ADN: es el arma más poderosa que tenemos contra nuestros adversarios Celestials. No hemos perdido ese espíritu que nos empuja a enfrentarnos a lo impensable con la convicción de que saldremos vencedores. Los humanos compartimos una fe impertérrita en que estamos destinados a prevalecer. La historia nos ha enseñado a ser firmes ante el mal y a aprovechar nuestra fuerza interior, a usar nuestra fe en la humanidad como motor de nuestras acciones. Este vínculo nos une en nuestro compromiso con la supervivencia de la especie, con nuestra salvación. Esa es nuestra arma secreta contra los Celestials. O, en todo caso, una de ellas.

Apenas pensamos en que sobrevivir a un Éxodo es casi un milagro. A primera vista, no estamos equipados para luchar contra un poder tan inconmensurable y vivir para contarlo, pero lo que nos falta en fuerza física o tecnología, lo compensamos con valor, convicción y compromiso. Nos enfrentamos con aplomo a su inteligencia; usamos el instinto para luchar contra su intencionalidad y la inspiración para burlar su capacidad de innovación. Nuestra misión es espiritual: es la promesa de la salvación de la humanidad. La meta del enemigo es práctica. Se sustenta en la lógica de que llegaron aquí milenios antes que nosotros y han evolucionado mucho más; no nos necesitan ni nos quieren. No somos más que el lúgubre recuerdo de un pasado que han preferido olvidar. Pero ¿puede la superioridad imponerse a lo espiritual? ¿Seguro?

Los Itinerantes están hechos de otra pasta. Están entregados a desafiar a un enemigo cuya inteligencia supera la nuestra por mucho. Los Celestials, que hace 40 000 años eran nuestros iguales, son ahora seres muy avanzados que nos superan en tecnología e ingenio y, por tanto, enarbolan un poder temible. Para los Celestials, nosotros somos reliquias de un pasado que han desechado. Somos inútiles y, lo que es peor, una amenaza para el futuro de su existencia y su dominio. Nos ven como una plaga pasajera que deben erradicar. Para nosotros, ellos representan lo que pasa cuando sacrificamos nuestra humanidad en el altar de la tecnología. Luchamos por cambiar las tornas a nuestro favor, con la esperanza de crear una nueva civilización más sabia, con más empatía y conexión.

Aunque provienen de mundos muy dispares, todos los Itinerantes se rigen por los Primeros Principios: «No suponer nada; cuestionárselo todo». Esta filosofía es crucial para mantener la cordura en un universo en el que tantísimas creencias de la humanidad se cuestionan o se desechan y pasan a considerarse irrelevantes. Nuestros viajes nos separan y nos diseminan por estrellas lejanas, por lo que la ocasión de conectar con nuestros compañeros no es frecuente. Pero somos una alianza: nos une la fe en la humanidad que compartimos. Sabemos que están ahí fuera, luchando a nuestro lado.

El vínculo común es que nunca podremos escapar del auténtico enemigo: la dilatación del tiempo. Cuando pasamos apenas unas semanas en una misión, en casa se nos han escapado varios años. El tiempo se estira y se deforma, remodela nuestro mundo y provoca cambios imprevistos en los seres queridos que dejamos atrás. Los lazos con el hogar se vuelven tenues, las relaciones se ponen a prueba y el dolor de separarnos de todo lo que apreciamos se convierte en el compañero constante de cada misión. En la interminable extensión del espacio, el silencio es ensordecedor y da rienda suelta a las pesadillas. Lo más desgarrador de todo es volver y descubrir que nuestro ha sido mundo saqueado o destruido. Los horrores que lo azotan en nuestra ausencia empañan cualquier éxito que logramos con sudor y sangre, ya sean reliquias, tecnología o conocimientos. Aunque por fuera parece que no hemos cambiado, nuestras almas tienen cicatrices permanentes.

La vida del Itinerante es una misión heroica por la supervivencia y la espiritualidad alimentada por la habilidad y la firmeza, que ya no está presente en nuestros descendientes, tan tecnológicamente avanzados. No se trata tanto de enfrentarse a lo desconocido como de plantar cara como solo pueden hacerlo un corazón audaz y un espíritu resuelto. Somos los guerreros eternos de la humanidad que cruzan el tiempo y el espacio para enfrentarse a lo inesperado y capturar lo inimaginable. Somos los exploradores, los buscadores de tesoros, los arqueólogos, los científicos, los ingenieros... Los pioneros que derriban las barreras y luchan contra los obstáculos que bloquean el camino hacia un futuro mejor. También somos madres y padres. Hijos e hijas. Amigos y amantes. Sobreponernos es la única opción que conocemos. Ese es nuestro legado, el que trajimos de la Tierra, donde escapamos de la extinción. No hemos llegado hasta aquí para desaparecer en silencio.

Para todos los Itinerantes, cada misión Éxodo es un salto al abismo: lo único de lo que estamos seguros es de que los días para nosotros son décadas en casa. La dilatación del tiempo es a la vez una bendición y una maldición. Cada minuto que perdemos con nuestros seres queridos, cada lágrima que derramamos a nuestro regreso es una parte de nuestra historia y nos recuerda nuestra humanidad. Todas las decisiones se toman con el objetivo de poner fin a los sacrificios que hacemos al tiempo. Somos los soldados de primera línea en la batalla decisiva de la humanidad: la supervivencia contra la extinción. Somos la última esperanza de la humanidad. Al pensar en nuestra historia como especie, hemos sobrevivido a agitación política, revoluciones culturales y guerras. ¿Quién sabe? Quizá algún día tengamos nuestro día de la independencia, un día para celebrar y honrar los sacrificios atemporales que hacemos los Itinerantes por el futuro de la humanidad.

Y eso, hijo mío, es lo que significa ser Itinerante. Existimos al margen del tiempo; ese es el precio que pagamos. Espero que, algún día, nuestra historia quede grabada «en los libros de historia» de Centauri.

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