Las altísimas naves, las ciudades laberínticas, las ruinas sobrecogedoras de imperios desaparecidos siglos atrás y repletos de valiosos Vestigios... Este es el legado de los Celestials. Pero si crees que construyeron esas maravillas con sus propias manos, te equivocas.
Los humanos nos enorgullecemos del sudor y el esfuerzo con los que forjamos nuestros mayores logros, pero los Celestials se consideran por encima de esa tarea. En vez de eso, delegan en otros la construcción de sus imperios.
Entre las muchas especies de metamorfos creadas para servirlos, hay una que destaca sobre las demás tanto en cantidad como en calidad: los Rexxana. Desde los inicios de la dominación Celestial, estos trabajadores incansables han sido los cimientos de su industria, los engranajes esenciales que impulsan su maquinaria.
A los Rexxana, de un impresionante metro ochenta de estatura y con los brazos más largos que las piernas, los concibieron para ser los obreros de la construcción futurista por excelencia. Sin embargo, lo que consolida su reputación de ser «los obreros» es la revolucionaria interfaz de inducción neural integrada en su diseño: el zócalo accionador. Esta asombrosa fusión de forma orgánica y función mecánica emborrona la frontera entre consciencia y maquinaria, y encarna la ambición agresiva y el ingenio frío y distante de sus creadores.
Aun así, a medida que avanzaba la tecnología Celestial, los Rexxana fueron quedando de lado como sirvientes olvidados, sustituidos por aparatos producidos en masa y por procesos de automatización. Algunos Dominios aún los utilizan, colocando armas en sus zócalos accionadores y desplegándolos como soldados prescindibles de primera línea. Pero, como a muchos otros metamorfos, a los Rexanna se los ha marginado y abandonado a su suerte en mundos apenas habitables.
Esta historia encierra una moraleja para la humanidad. Los Rexxana no son nuestros aliados. Son una advertencia. Una visión escalofriante de lo que nos espera si fracasamos. Son la consecuencia de los Celestials: desechados, reemplazables, prescindibles. Y si flaqueamos, podríamos ser nosotros los que rebuscan entre los restos, sin recordar apenas quiénes fuimos en otro tiempo.
Por esto es por lo que luchamos.
No solo para sobrevivir,
sino para preservar lo que nos hace humanos.