No todas las naves Arca llegaron a Centauri al mismo tiempo, hija mía, y no todas lograron establecer un asentamiento. Los que llegaron primero, los que evolucionaron y se convirtieron en lo que ahora llamamos Celestials, no siempre fueron unos anfitriones amables.
HERENCIA
—Tendrán los ascensores —dijo Edith con dificultad—, antes del fin de semana. Hizo un ademán frustrado de ayudar a su hija a bajar de la escalera. Entre que Lina se apartó para que no la tocara y que a ella le faltaba el aire, el intento no llegó a abarcar el espacio que las separaba. En vez de eso, se apoyó contra la pared y tomó una dosis de su inhalador. Cuando la hubo aspirado, vio a Lina de pie en la grúa, con los pies en el borde y mirando hacia abajo, al vientre de la nave. Eran como pececillos que resultan diminutos dentro del cadáver de una ballena. Las vastas costillas de la superestructura aún se veían en los puntos en que las iluminaba el azul metálico de las arcadas lumínicas mientras cien ingenieros, cincuenta Esclarecidos y unos quinientos robots unían y soldaban los huesos de la Bala del Norte. El Arca. Un Arca. Una de las sesenta y siete naves cuya construcción se llevaba a cabo actualmente en la Tierra, en órbita, en astilleros oceánicos flotantes, en la Luna, en Marte. Allí donde los humanos pudieran reunir materiales, personas y el preciado talento.
La Bala del Norte. La criatura de Edith. O, al menos, la criatura que no la odiaba ni estaba resentida con ella. Se encontró con la mirada de Lina, que se balanceaba sobre los talones al borde de la grúa. —Cuidado. —Ya, me he dado cuenta. ¿Cuándo iban a poner la barandilla?
—Antes del fin de semana —dijo Edith automáticamente. Era un chiste interno del equipo. Todo estaba siempre «para antes del fin de semana». Eso sí, no preguntes de qué semana. Quería explicárselo a Lina para que se riera como lo hacía el equipo, de los plazos, de las horas, del riesgo de lesiones. Porque si no podías reírte, ¿en qué te habías convertido?
—Por aquí. —Edith comenzó a caminar. Tenía los oídos saturados por el estruendo del trabajo industrial de más abajo, pero sus pies buscaron sentir las vibraciones de los pasos de Lina al seguirla. Se la imaginó con los hombros caídos y las manos metidas en los bolsillos. Arrancada del lado de sus amigos porque su madre insistía en llevarla de un lado a otro de esta nave cadavérica. «Lo contrario a cadavérica», se dijo. El deterioro en sentido inverso, la unión de partes desarticuladas en un todo. La vida y la esperanza para el futuro de la humanidad.
PRÓLOGO DEL ÉXODO
CONTINUAR LA HISTORIA
SALIRCAPÍTULOS
Los Mara Yama, unos Celestials aterradores con formas retorcidas y monstruosas, son muy distintos a los enemigos con los que la humanidad se ha enfrentado hasta ahora en su lucha por sobrevivir. Los Mara Yama se alimentan de miedo, se deleitan con la crueldad y se relamen con la agonía de sus presas. No solo son cazadores: son depredadores sádicos que saborean cada instante de tormento psicológico que infligen.
La corriente se cortó justo cuando Evan calibraba los receptores, una tarea cada vez más laboriosa dado el deterioro del equipo de comunicaciones de largo alcance de la Hammercross. Durante un instante, se quedó sentado en la oscuridad, escuchando. Aún se oía el zumbido de los ventiladores. El corte eléctrico no lo había dejado sin suministro de aire.
Torrance, un ingeniero de la Tamerlaine, una nave Arca, roba suministros y los vende en el mercado negro ante las narices de un insólito detective.
Edith, una brillante ingeniera que trabaja con plazos imposibles, se esfuerza por recuperar la sintonía con su hija adolescente antes de que se acabe el tiempo.
El trabajo de Kendall como jefa técnica de la Novia Abandonada la obliga a ponerse creativa a la hora de encontrar piezas de repuesto que mantengan los sistemas de la nave en funcionamiento.
Jurgen Barrendown, financiero multimillonario de la Hijo Venturoso, organiza una fiesta para sus amigos acaudalados la víspera de la inminente partida de la nave Arca..., pero hay quienes no tienen nada que celebrar.